Paulina von Mallinckrodt

[1]​ A los 18 años recibe el sacramento de la Confirmación y se hace habitual en ella la Misa diaria.Un poco más tarde su confesor le permite la comunión diaria, algo infrecuente en esa época."Nunca he encontrado a una persona como ella; es difícil describir la imagen tan atrayente y emotiva de su vivir en Dios" escribe en una carta su prima Bertha von Hartmann.[1]​ Paulina pide una vez más consejo a Monseñor Antonio Claessen quien después de escucharla atentamente y de hacer mucha oración le hace ver que ella está llamada por Dios a fundar una Congregación.[1]​ Pronto se abren otros campos de actividad: hogares para niños y escuelas.Bendecida por la Iglesia, la Congregación florece y se extiende rápidamente en Alemania; pero como toda obra grata a Dios, debe ser probada por el sufrimiento; la prueba no tarda en llegar.Una tras otra ve la Madre Paulina cómo se van cerrando y expropiando las casas de la Congregación en Alemania.Las casas de la joven Congregación fueron confiscadas, las Hermanas expulsadas, la fundación parecía llegar a su fin.En los siguientes meses se enviaron más grupos de religiosas a los Estados Unidos y ella misma hizo dos largos viajes a América para constatar en persona las necesidades del Nuevo Mundo, donde fundó al poco tiempo una Casa Madre en Wilkesbarre, Pensilvania.Desde entonces las Hermanas abrieron además casas en las arquidiócesis de Baltimore, Chicago, Cincinnati, New York, Philadelphia, St.