Parábola del crecimiento de la semilla
Es una parábola sobre el crecimiento en el Reino de Dios.Sigue a la Parábola del sembrador y a la Parábola de la lámpara, y precede a la Parábola del grano de mostaza.La semilla es fecunda, pero necesita que la buena tierra que la acoge que deben ser las personas; posteriormente vendrá el fruto de la virtud tal y como dice san Gregorio Magno: «Cuando concebimos buenos deseos, echamos las semillas en la tierra; cuando comenzamos a obrar bien, somos hierba, y cuando, progresando en el buen obrar, crecemos, llegamos a espigas, y cuando ya estamos firmes en obrar el bien con perfección, ya llevamos en la espiga el grano maduro» [1][2]Se puede relacionar esta parábola con la parábola del sembrador,[3] con la diferencia de que en la parábola de la semilla que crece la semilla representa al mismo Reino de Dios, que crece por intervención de Dios y no del hombre, y a su propio ritmo.[4] San Pablo describe el crecimiento de la iglesia en la antigua Corinto de manera similar: A diferencia de la parábola del Sembrador, aquí la semilla parece representar el propio Reino de Dios.