[1] Fue nombrada como tal en 2002 por el científico norteamericano Karl Flessa, e impulsada por Flessa y Gregory Dietl durante la primera década del siglo XXI.
[2][3] La disciplina utiliza datos paleontológicos y geológicos para desarrollar y probar modelos de cómo las biotas respondieron a cambios en el clima, así como a otros cambios ambientales, tanto naturales como de origen antrópico, y con esa información, mejorar los proyectos de conservación.
Es, en muchos casos, la única fuente de información en las condiciones anteriores a impactos ambientales humanos.
Este enfoque utiliza el registro geológico como un archivo experimentos naturales, tanto ecológicos como evolutivos.
[1] Esta aproximación proporciona ejemplos para inferir los escenarios posibles en relación con fenómenos actuales, tales como el calentamiento global, la introducción de especies invasoras y la disminución en la eutrofización cultural.