A principios del siglo XVIII lo compró Gerardo Sagredo, pariente de Nicolò Sagredo y que era parte de la misma familia a la que pertenecía Gerardo di Csanád.
Tommaso Temanza también participó en las obras: diseñó un nuevo esquema para la fachada, con el objetivo de unificar su apariencia.
El proyecto, similar al del Palazzo Grassi, sin embargo, nunca vio la luz, ya que los descendientes de Gerardo Sagredo prolongaron durante varios años una larga disputa judicial relacionada con la herencia.
La fachada compleja e inconexa que da al Gran Canal, nos transporta a través de la historia arquitectónica del edificio.
La imponente hexáfora del primer piso, flanqueada por ventanas ojivales individuales sostenidas por esbeltas columnas, se colocó inicialmente en el centro del edificio; actualmente aparece descentralizado, como consecuencia de la ampliación realizada posteriormente, respecto a la construcción original, cuya hexáfora se encuentra hoy como la ventana de una suite.