Al principio de su carrera, se dedicó a pintar escenas religiosas e históricas, que no le reportaron ningún éxito.
Recién en 1737 figura inscrito en la Cofradía de los pintores italianos, lugar que deja en 1773.
[1] La labor de retratista se hace más importante, por lo que su joven hijo Alessandro colabora ya en ella.
En este lienzo, Longhi muestra a unos curiosos que han acudido a ver el espectáculo sobre una tribuna de madera, delante de la cual se encuentra el rinoceronte que come con tranquilidad el forraje.
Delante de esta indiferencia silenciosa, el rinoceronte: pesado, apático, simple, pintado con una cierta ingenuidad; el cartel lo identifica como "Vero Ritratto di un Rinocerotto", el verdadero retrato de un animal que, en su exotismo, es lo único real.
Por el contrario, el mundo cotidiano veneciano se ha convertido en lo realmente extraño, pues no es más que máscara, disfraz, antifaz, sombras de la realidad, a la que no puede devolver ni siquiera la sorpresa.