Toda la compañía se defendió con bravura, pero se destacó la sección de Arredondo, «que al realizar un ataque a la bayoneta fue herido de bala en una ingle, no obstante lo cual continuó en su puesto y tomó parte en otros dos ataque a la bayonetas, haciéndose notar por su valor y serenidad», y consiguió, cuando el enemigo se retiraba, reunir lo que quedaba de su sección y marchar con ella, llevando sobre sus hombros a un soldado herido, hasta Tetuán.«Arredondo —le escribió Millán-Astray— necesito tu entusiasmo», y le prometió sufrimientos sin fin, primera línea de combate, probablemente la muerte, y la gloria, si era capaz de merecerla.«Cuando me acerqué a él, estaba de pie y me dijo en un tono en el que no se adivinaba ni nerviosidad ni emoción: Avisa que venga inmediatamente una sección de ametralladoras, porque nos están asando; tengo ya dos balazos en los muslos».Batid primero al enemigo, ya vendréis luego a por mi».Cuando horas después lo recogieron, la situación de Arredondo era muy grave, lo que le obligó a un doloroso peregrinaje por diversos hospitales de campaña, hasta que finalmente resultó imprescindible evacuarlo a Madrid.Determinado a conseguir su vuelta al servicio activo por cualquier medio, Arredondo se embarcó en lo que durante los tres años siguientes sería para él un auténtico calvario.[3] Así pasó los cuatro siguientes meses, tomando parte en los innumerables combates que entonces se sucedieron, hasta el 19 de noviembre siguiente en que, durante la retirada de Xeruta al Zoco de Arbaa, encontró gloriosa muerte y ganó su segunda Laureada y la Medalla Militar Individual.Al empezar el repliegue, Arredondo es herido en el pecho y, comprendiendo la crítica situación de las fuerzas en retirada, permanece en su puesto batiendo al enemigo y sacrificándose por la seguridad del resto de la columna.Cercada su compañía, defienden todos caras sus vidas, hasta que la superioridad del enemigo acaba con ellos, muriendo el capitán de un segundo balazo, los oficiales y los legionarios con espíritu espartano, en cumplimento de su deber».Como presagiando su destino, tres meses antes Arredondo había otorgado testamento en Tetuán.