Aunque los relatos indican que la mayoría de los soldados que las avistaban se mostraban perplejos ante esas criaturas, a los lugareños por el contrario les resultaban familiares y las denominaban en idioma malayo con el nombre de Orang Ikan.
Acorde a los testimonios de aquellos que afirmaban haberlas visto en las islas, esas criaturas se caracterizaban por poseer una longitud entre 1.50 y 1.60 metros, de piel rosada, cabellera rojiza que le llegaba hasta los hombros en algunas ocasiones y completamente lampiñas en otras, rostro simiesco, orejas pequeñas, una boca con diminutos dientes similar a la de una carpa, miembros superiores e inferiores con membranas interdigitales y púas o espinas en la zona del cuello.
A diferencia de los relatos clásicos sobre sirenas o nereidas, los Orang Ikan no cumplían con las gráciles o bellas figuras que a éstas suelen caracterizarlas, sino que, por el contrario, eran considerados bastante feos dentro de los estándares humanos.
Según los testimonios, estos seres tendrían capacidades anfibias aunque preferían desenvolverse mayoritariamente en el agua donde solían nadar con extrema velocidad, mientras que su alimentación consistiría en pescado.
Los dugongos eran ya animales conocidos para ese entonces y su aspecto no es ni remotamente similar al de las legendarias criaturas aludidas por los nativos o la tropa japonesa.