En Múnich fueron sus mentores Józef Brandt y Alfred Wierusz-Kowalski.
Este mismo museo recibió el legado de la pintora tras su muerte.
Fue entonces cuando definió su paleta de colores, reduciéndola a los oscuros, dominados por marrones, verdes, grises y negro, con el blanco y el rosa haciendo de contrapunto.
Su temática se centraba en los retratos, aunque también incluía naturalezas muertas, interiores y algunos paisajes.
Sus pinturas se centran en los rostros de los modelos, reflejando sus emociones y rasgos.
A su vez, sus naturalezas muertas, algunas casi abstractas, se caracterizan por el esquematismo de las formas, las pinceladas nerviosas, los colores brillantes, una sofisticada armonía de colores y un hábil uso del color natural del fondo de cartón.