Quienes padecen ofidiofobia no solo sienten el miedo al exponerse a una serpiente real, también son presas del pánico al contemplar serpientes de juguete o simplemente pensando en ellas.
Las causas de este trastorno son diversas, puede originarse tras haber sido atacado por una de ellas en el pasado, por una mala experiencia relacionada con serpientes, o por herencia (padeciendo uno de los progenitores dicha fobia).
En otras ocasiones la gente les teme porque en algunas creencias religiosas (como el catolicismo) o culturas la serpiente simboliza el mal y se puede llegar a relacionar con el diablo.
Una teoría desarrollada por la antropóloga californiana Lynne Isbel, sostiene que el miedo a los reptiles, y más concretamente a las serpientes, podría estar relacionado con la adaptación evolutiva del cerebro de los mamíferos.
Así como algunos animales han desarrollado cierta inmunidad al veneno de las serpientes, los primates y los humanos habríamos desarrollado una agudeza visual que nos alerta de los movimientos serpenteantes para localizar y mantenernos alejados del potencial veneno de las serpientes.