Por otra parte, sus denuncias de los graves defectos del sistema zarista son tan virulentas que la policía secuestra y quema sus obras, como Gracia administrativa (escrita en 1893 y publicada en 1934) o Madriguera lebruna (escr.
Leskov resultó ser pues una pura contradicción: un liberal doctrinario que nunca llegó a ser agnóstico y criticó las rigideces de la iglesia ortodoxa, y que fue condenado a la vez por conservadores e izquierdistas; algo de eso hay en uno de sus temas preferidos, el enfrentamiento entre los ideales y la realidad, que le da su particular tono cervantino.
Su obra supone un gran fresco de la vida rusa en la segunda mitad del siglo XIX.
No fue bien comprendido en su época, aunque tuvo el aprecio de Máximo Gorki y conocería una gran influencia ulterior en la narrativa soviética.
Creó una galería de tipos originales, raros y pintorescos: monjes mansos, fanáticos religiosos, amantes apasionados, campesinos aparentemente simples, excéntricos, burócratas, comerciantes, que animan cuentos como Viejos años en la aldea Plodomásovo (1869), Familia venida a menos (1874) y Antigüedades de Pechersk (1883).