Nicolás Aguayo y Aldea

De familia muy pobre, quedó huérfano a muy temprana edad y fue adoptado por unos parientes, aprendiendo por sí mismo a leer y escribir.

A los doce años empezó a trabajar como aprendiz de cajista en la Imprenta del Gobierno de don Valeriano de San Millán, que llegaría a regentar, e inició la carrera eclesiástica, siendo discípulo del padre Rufo Manuel Fernández, pero solo recibió algunas órdenes menores.

Ganó la Cátedra de Geografía en la Sociedad Económica de Amigos del País, de la que sería luego además secretario y luego director, iniciando una importante e incansable labor de reformas educativas, administrativas y económicas (especialmente, un proyecto para fundar un Colegio Central en 1844 que finalmente vetó el gobernador).

Siempre preocupado por la educación, en ese mismo año desempeñó la cátedra de Geografía del Seminario Conciliar y, aunque se casó en 1830 con una mujer de familia acomodada, no abandonó sus ideas liberales y fue un convencido abolicionista hasta el punto de que emancipó a sus propios esclavos.

El gobierno español lo premió con el título de Comendador de la Orden de Carlos III y hasta que quedó ciego (empezó a perder la vista progresivamente en 1850) fue un habitual articulista en la prensa local.