Niña Marisa

Desde pequeña se caracterizó por su piedad y devoción cristiana, y sobre todo por su caridad a las personas necesitadas, pero trataba de hacerlo siempre en secreto; por ejemplo les daba monedas de sus ahorros, pan y limonada a los niños pobres o personas sin techo, que pasaban todas las semanas cerca de su casa.

También se cuenta que cuando se iba a graduar de la escuela primaria, su padre le dio dinero para comprarse un vestido blanco de graduación que a ella le había fascinado, sin embargo Marisa dividió a la mitad ese dinero y compró dos vestidos más modestos, uno para ella, y otro para una compañera que no tenía para comprar uno, pues su familia era muy pobre.

Cuando tenía 12 años empezó a sufrir fuertes dolores de cabeza y los médicos le diagnosticaron un tumor cerebral, aunque sus dolores de cabeza eran cada vez peores, la joven se negaba a tomar cualquier medicamento que pudiera ayudarle a apaciguarlos.

Un día el sacerdote Ángel Menéndez la visitó en el centro policlínico de Heredia, y Marisa le confesó que rechazó tomar medicamentos analgésicos porque, según ella, «su dolor se lo estaba ofreciendo a Dios para pedir por la conversión de su padre».

[3]​ Finalmente el padre de Marisa regresó al catolicismo, se confesó con el sacerdote Menéndez, y comulgó con ella.

Lamentablemente fallecieron los sacerdotes dominicos encargados en llevar adelante ese proceso y su causa quedó prácticamente en el olvido.