A los cinco años de edad presenció su primera obra dramática, Moro viejo no puede ser buen cristiano, que lo cautivó.
Tuvo sus enemigos intelectuales, pero también se relacionó con importantes novelistas y dramaturgos extranjeros, como Ramón del Valle Inclán, María Guerrero, Vicente Blasco Ibáñez y otros escritores españoles.
[3] Comenzó a publicar cuentos y artículos sistemáticamente desde 1905, fecha en que fue acogido por la revista Zig-Zag como columnista encargado de la sección "Interiores".
Asimismo, tuvo a su cargo la crítica teatral en El Mercurio y La Nación, donde escribió hasta sus últimos días.
[3] En reconocimiento a su dedicada trayectoria, en 1955 recibió el Premio Nacional de Teatro.