Pero el alargado caserón que aloja al Museo San Rafael luce único, misterioso.
"Estaba tan mal, con goteras por doquier y parecía que iba a desplomarse en cualquier momento.
Recorrer las salas organizadas conforme a un significado histórico es como poner el pie en una realidad lejana.
En la primera, resalta con luz propia la figura de San Rafael Arcángel, con un bastón y un pescado en la mano.
En la segunda sala se impone el altar de la Virgen del Rosario, que fue reconstruido con los elementos encontrados en la iglesia primitiva.
Comprenden el frontal de la mesa, el tabernáculo, las columnas unidas y pedestales con trabajos decorativos.
La tercera sala alberga santos pequeños de devoción familiar y varios nichos, en su mayoría con pinturas ornamentales.
Allí también está dispuesta una serie de libros que pertenecieron a la biblioteca del maestro, Don Félix Fernández.
Una excelente muestra de las variedades que se realizaban con hilos finos en épocas pasadas.