A esto le sigue el crecimiento de las comunidades indígenas durante la Edad del Hierro y el surgimiento de grupos familiares que cuentan con enormes recursos económicos y los exhiben en ricos objetos funerarios como los de San Teodoro y la Incoronata.
La reanudación de los contactos con los griegos está documentada en la colina Incoronata (Pisticci), donde se han encontrado vasos corintios importados que datan de la segunda mitad del siglo VIII.
Sin embargo, la mayor transformación se produjo durante el siglo siguiente cuando el sitio acogió a trabajadores y comerciantes de origen oriental.
Los itálicos, en cambio, muestran interés por los nuevos cultos, pero mantienen inalterado el gusto general por la exuberancia y por el cuidado del ornamento personal.
Una vitrina está dedicada a las técnicas para la producción de cerámica.