Sucedió en el trono granadino a su padre Muhammad II, continuando su misma política exterior al mantener las campañas militares contra el Reino de Castilla, lo que le permitió en 1302 recuperar Quesada (perdida en 1300) y en 1303 tomar la ciudad de Bedmar.
Tras ello, renovó el acuerdo con la otra gran potencia peninsular, el Reino de Aragón.
Estas relaciones amistosas con aragoneses y benimerines se vieron pronto enfriadas cuando Muhammad III decide, en 1303, pactar una paz de tres años con el rey castellano Fernando IV, al que le rindió vasallaje, comprometiéndose al pago de un importante tributo anual.
Tras sofocar la rebelión que encabezó el valí de Guadix, su pariente Abu al-Hachach ben Nasr, Muhammad III vio asegurada su posición en la Península y pasó a centrar su atención en el norte de África.
[2] Los nobles descontentos con la política de Muhammed III, que provocó una alianza entre castellanos, aragoneses y benimerines contra Granada, se rebelaron en Guadix y Almería[3] Esta alianza desencadenó una conspiración que, encabezada por Nasr, el hermano de Muhammad III, provocaría la abdicación de este y su destierro en Almuñécar donde fallecería en 1314.