Un año después se marchó al Clube Atlético Ypiranga y pasó a jugar como guardameta, destacando por su agilidad bajo la portería.
En la fase final, le bastaba un empate ante Uruguay para conseguir el objetivo, razón por la que el pueblo brasileño llegó a dar por hecho el triunfo.
La inesperada derrota, conocida como Maracanazo, tuvo un enorme impacto en el fútbol y la sociedad brasileña; muchos culparon a Moacir por no haber detenido los dos tantos uruguayos, especialmente el segundo de Alcides Ghiggia.
Tras haber superado la treintena recaló en clubes de menor categoría y finalmente colgó las botas en 1962 con el Campo Grande, a los 41 años.
[6] Barbosa llegó a declarar que «la pena máxima en Brasil por un delito son treinta años, pero yo he cumplido condena durante toda mi vida».