[1] El crimen en cuestión implica típicamente una situación en la que un intruso no podría haber salido, por ejemplo, en la «habitación bajo llave» literal original: una víctima asesinada que es hallada en una habitación sin ventanas cerrada con llave desde adentro al momento del descubrimiento.
En consonancia con otras convenciones de la ficción detectivesca clásica, a los lectores normalmente se les presenta el enigma y todas las pistas, y se les anima a resolver el misterio antes de que su solución sea revelada en un clímax dramático.
La impresión prima facie al observar un crimen en una habitación bajo llave es que el perpetrador se trata de una entidad sobrenatural peligrosa capaz de desafiar las leyes naturales atravesando paredes o desvaneciéndose en el aire.
[5] En francés, Pierre Boileau, Thomas Narcejac, Gaston Boca, Marcel Lanteaume, Pierre Véry, Noel Vindry y el belga Stanislas-André Steeman han sido importantes escritores de «misterios de crímenes imposibles», siendo Vindry el más prolífico con 16 novelas.
Se podría afirmar que el escritor más prolífico de crímenes imposibles es el estadounidense Edward D. Hoch (1930-2008), en cuyas historias aparece un detective, el Dr. Sam Hawthorne, cuyo rol principal es el de médico rural.
El escritor japonés Soji Shimada ha estado escribiendo historias de crímenes imposibles desde 1981, algunas de las cuales han sido traducido a otros idiomas, por ejemplo Senseijutsu Satsujinjiken (1981; traducido como al inglés The Tokyo Zodiac Murders), y Naname Yashiki no Hanzai (1982, traducido como al inglés, Murder in the Crooked House).
El libro muestra a varios sospechosos, cada uno de quienes tenía un inteligente medio con el cual matar al Emperador sin tener que entrar en la habitación donde dormía, medios todos que estaban disponibles en tiempos medievales.
While the clock ticked, una de las novelas de la serie The Hardy Boys, trataba (originalmente) sobre una habitación bajo llave y aislada en la que un hombre busca privacidad, pero empieza a recibir misteriosos mensajes amenazantes.
Practicantes notorios de este período fueron Fredric Brown, Paul Chadwick y, en cierto medida, Cornell Woolrich, si bien estos escritores raramente tendían a usar como protagonistas a los detectives privados que son asociados generalmente con la literatura pulp.
En 1934, Dashiell Hammett creó la historieta Agente secreto X-9, ilustrada por Alex Raymond, que incluyó un episodio de habitación cerrada.