[1][2] En su carrera como profesora e investigadora, Ascencio contribuyó al reconocimiento de la importante herencia cultural africana en Latinoamérica, especialmente en Venezuela y el Caribe.
Su compromiso, su carisma como docente y su pasión por la literatura marcaron a varias generaciones de estudiantes venezolanos.
Plantea que existe un núcleo colonialista cuyo modelo eran los propios amos de las plantaciones.
La familia se muda definitivamente a Caracas hacia 1949, año en que nace el menor de los hijos, Juan Ascencio, y se instalan en el sector popular de Catia para luego mudarse a Los Rosales.
Su infancia en Haití y sus fuertes vínculos de parentesco, así como el desarraigo y la ruptura familiar producidos al dejar su país natal maracán su vida afectiva y profesional, como demuestran, entre otros, su primera novela con inspiración autobográfica Amargo y Dulzón (Premio de Literatura, 1998), su interés en especializarse en la trata de esclavos y la herencia africana en el Caribe,[6] sus investigaciones sobre el vaudou, así como el análisis antropológico de la novela haitiana cotemporánea, tema de su tesis doctoral.