Un día, Benedito, un vecino, vio las agresiones que Pastinha sufría y le dijo que se pasara un día por su casa y le enseñaría unas pocas cosas.
Por las mañanas recibía clases de arte y aprendía a pintar; las tardes las ocupaba practicando capoeira.
En 1941, fue un domingo a una roda en ladeira do Gengibirra, que está en el bairro da Liberdade, de donde saldrían los mejores capoeiristas.
Sus estudiantes vestirían pantalones negros y camiseta amarilla, el mismo color que el Esporte Clube Ypiranga, equipo que le permitió usar sus instalaciones y le donaba las equipaciones antiguas.
Pastinha, viejo, enfermo y casi ciego, fue invitado por el gobernador a vaciar la escuela para renovarla, pero el edificio nunca volvió a sus manos, sino que se convirtió en un restaurante.