Entre 1892 y 1900, muchas atracciones tuvieron éxito por primera vez en forma de pantomimos lumineuses.
Al ver el éxito que había generado, muchos empresarios intentaron incorporar imágenes en movimiento en sus diversiones ya existentes, porque las cualidades recreativas de las imágenes en movimiento por sí mismas no eran del todo apreciables.
En palabras del historiador arquitectónico Renzo Dubbini, a medida que uno se mueve con el flujo de la corriente, "la vista se regula mediante un flujo continuo de imágenes que cambia constantemente.
Ya sea confiando en las ilusiones ópticas generadas por los espectadores, haciendo referencias a otros géneros realistas como el museo de cera, o simulando mecánicamente el movimiento con una plataforma de movimiento.
[4] Para agregar a la ilusión de un viaje por mar, los fanáticos crearon una brisa marina, que silbaba en el aparejo.
En general, toda la experiencia se complementó con actores que representaban manos de cubierta, apresurándose, "aparentemente para ayudar a cualquiera que pudiera sufrir mal de mer".
Finalmente, para impactar en todos los sentidos a la vez y obtener el efecto más realista posible, también presentaron una sinfonía tocada por una orquesta que no se podía ver mientras las imágenes estaban representadas en el Mareorama.
Sin embargo, dicho esto, al final el cine terminó eclipsando la popularidad de los panoramas en los primeros años del siglo XX.