Aunque su género le impidió ejercer un rol institucional, desde su matronazgo artístico y posición como cabeza del linaje superó el ámbito femenino, restringido al hogar o al convento, y accedió a vías alternativas de poder e influencia[2].
Esta dama llevó a cabo una ambiciosa promoción artística en las décadas centrales del siglo XVII, en solitario, con sus propios recursos e impulsada por expectativas y devociones características del Barroco y la Contrarreforma[4].
Así, entre 1638 y 1650 fundó el colegio de la Compañía de San Sebastián, y erigió en Lazcano un monumental palacio y los conventos de Santa Teresa y Santa Ana, creando un conjunto palaciego-conventual emulador de otros levantados por la alta nobleza[5].
Estas empresas y encargos perfilan a María de Lazcano como una figura clave para la difusión en el País Vasco de lenguajes y modelos artísticos paradigmáticos, expresión del gusto del momento y de sus preferencias estéticas[3].
Dejó como legado el mejor conjunto monumental del Barroco en el País Vasco siendo inhumada en el convento de Santa Ana.