El diputado cusqueño Francisco Gonzales presentó al Congreso de la República, durante su gestión, una petición para que este órgano la declare apta para graduarse como abogada, para hacer los dos años de práctica en un estudio forense y recibirse en alguna Corte Superior.
Esta propuesta fue apoyada por el ministro de Instrucción, Justicia y Culto Mariano Felipe Paz Soldán.
Su ingreso fue un hecho sin precedentes, ya que las universidades en el Perú eran un espacio exclusivamente masculino en ese tiempo.
María Trinidad Enríquez desafió estas normas al intentar ingresar a la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco.
Este permiso le permitió matricularse en la UNSAAC, convirtiéndose en la primera mujer admitida en una universidad peruana, un hito histórico que abrió puertas para futuras generaciones de mujeres.
[6] Así, María Trinidad Enríquez optó por estudiar Derecho, también conocido como Jurisprudencia en aquella época.
Su elección fue particularmente revolucionaria, ya que las ciencias jurídicas y políticas eran consideradas terrenos exclusivos de los hombres[7].
Desde su ingreso a la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco en 1874 demostró una notable capacidad académica.
El 23 de junio de 1875, el diario El Comercio la menciona en sus párrafos y dice: “Esta señorita cuzqueña, venciendo no pocas dificultades y resistencias ha rendido muy lúcidos exámenes en la Universidad del Cuzco para continuar sus estudios académicos”.
[10] Como se ha mencionado, María Trinidad Enriquez fue la primera mujer en cursar estudios universitarios en el Perú y Sudamérica, y la primera mujer jurista en el Perú, quien pese a concluir sus estudios en 1878 sólo le dieron el grado de bachiller en Jurisprudencia, pero no el de abogada, porque la abogacía en la época solo la podían ejercer los hombres.
[11] Tras destacar por su desempeño académico y culminar sus estudios en 1878, Enriquez presentó su tesis sobre derecho civil.
[12] Las restricciones legales y sociales impidieron que María Trinidad Enríquez pudiera ejercer como abogada, a pesar de haber concluido exitosamente sus estudios.
Sin embargo Piérola (Presidente del Perú en la época), le otorgó una autorización especial para graduarse como abogada, a lo que ella muy dignamente renunció porque entendía que eso era un derecho de todas las mujeres y no un favor especial para ella sola.
[14] Enríquez luchó para revertir esta situación, promoviendo reformas legales que permitieran a las mujeres acceder al ejercicio de profesiones públicas.
Entre sus iniciativas destacaron las peticiones al Congreso para modificar leyes que excluían a las mujeres del ejercicio de funciones jurídicas y administrativas.
[24] En Cusco, su ciudad natal, se le ha rendido tributo en actos conmemorativos que recuerdan su lucha por la justicia y la educación, destacándola como un símbolo de la resistencia contra la exclusión de las mujeres en el ámbito académico y profesional.