Más tarde viajó a París, donde estudió en la Academia Julian, y allí tuvo por maestro al escultor Gimond, que la guio en sus búsquedas y le aconsejó: «hay que hacer abstracción de la naturaleza; la construcción geométrica es el esqueleto de una escultura».
Por esa época sus obras, empiezan a definirse con un lenguaje propio: los planos, las líneas definidas y las rectas se acentúan cada vez más; la construcción se realiza en triángulos agudos, como una flecha gótica que trata de liberarse de la tragedia terrenal.
Ese mismo año obtiene una beca de estudio del gobierno francés.
En 1957 dejó de trabajar en arcilla y comenzó a hacerlo en madera.
En 1972, hizo una exposición individual en la Old Jaffa Gallery, en Tel-Aviv y de 1973 es su escultura monumental del C.E.S.
Albert Calmette, en Limoges y la escultura monumental del liceo Finosello en Ajaccio, en Córcega.
A los ochenta años fue destacada en la Argentina con el premio Quinquela Martín, en el Museo Sívori, recibió premios de distintas instituciones -incluida una distinción del Senado de la Nación- y realizó numerosas exposiciones.
En 1995, se radicó en este país y construyó la Casa Museo Magda Frank en la calle Vedia 3546, en el barrio de Saavedra, donde ubicó todas las obras traídas desde Francia.