Fechada hacia 1370-1380 y atribuida a un artista local, esta obra constituye uno de los mejores y más antiguos ejemplares de las bellas Madonas, género artístico popular en la escultura centroeuropea de la primera mitad del siglo xv.
El manto de la Madona está delicadamente drapeado, con una concentración de pliegues tubulares en la cadera izquierda, debajo del infante, terminando en la rodilla y dejando la túnica al descubierto.
[1] El estado de conservación es óptimo en términos generales, manteniéndose la descolorida policromía original.
No obstante, tanto a la Virgen como al Niño les falta el antebrazo derecho.
Las bellas Madonas eran estatuas de carácter exclusivamente devocional, sin reliquias en su interior y siempre definidas por un estilo depurado e idealizado, con su máxima difusión en Europa Central en la primera mitad del siglo xv.