Se crio en un orfanato y en diferentes familias que, según parece, sólo tenían interés en cuidar de él para aumentar sus ingresos.
El esperado ascenso a la vida civil después de su exitosa carrera militar, sin embargo, no se produjo.
Con ello le causó pequeñas heridas, que en un primer momento pasaron desapercibidas e hicieron del atentado una obra de astucia.
Pocos minutos después del atentado (que en un primer momento se tomó como un ataque de un gamberro) Lucheni fue preso por los peatones y entregado a la policía.
El 10 de noviembre fue condenado a cadena perpetua por asesinato con premeditación y alevosía.