Lucio Licinio Craso

Pero en un segundo juicio, la energía puesta en su defensa no pudo prevalecer contra la severidad de L. Casio, que fue nombrado inquisidor por el pueblo con el propósito de revisar la sentencia indulgente,[6]​ y Licinia fue condenada.

En 122 a. C., por la lex Sempronia de Cayo Graco, la judicia había sido trasladada desde el Senado a los équites.

En 103 a. C. fue edil curul junto con Quinto Mucio Escévola y celebró unos espléndidos juegos en los que se introdujo la lucha de leones.

Obtuvo el consulado en 95 a. C. Durante su consulado, Craso Orator y su colega consular Quinto Mucio Escévola aprobaron una ley, (la Lex Licinia Mucia de Civibus regundis) que obligaba a todos los ciudadanos que se hubieran inscrito en el censo desarrollado por los censores Marco Antonio Orator y Valerio Flaco sin poder demostrar esa ciudadanía (ese censo fue burdamente manipulado por los itálicos) a abandonar sus ciudades, además algunos serían azotados o se les confiscarían las propiedades.

Por este éxito insignificante solicitó los honores de un triunfo, y tal vez su demanda hubiera sido concedida por el senado, si no es porque su colega Escévola se opuso a concederle tal honor.

[15]​ En 92 a. C. fue elegido censor junto con Cneo Domicio Enobarbo y prohibió las escuelas de los llamados retóricos latinos.

La vehemencia apasionada que puso en este hecho destrozó su salud y provocó una fiebre.

Según Plutarco y Cicerón, una de las Licinias estuvo brevemente casada con Cayo Mario.