Las claves se usan para controlar la operación de un cifrador de manera tal que sólo la clave correcta pueda transformar el texto cifrado a texto plano.
A la luz de este resultado y la dificultad práctica de manejar una clave tan grande, las prácticas criptográficas modernas han descartado el concepto de secreto perfecto como requerimiento para el cifrado y se focaliza en seguridad computacional.
Bajo esta definición, los requerimientos computacionales para romper un texto cifrado deben ser imposibles para un atacante.
Los números preferidos que se usan comúnmente como longitudes de claves (en bits) son potencias de dos, potencialmente multiplicadas por un entero impar pequeño.
Este valor crece muy rápidamente a medida que n aumenta.