Luis Despuig

[1]​ No obstante, la estrecha relación que guarda el conjunto del linaje con la monarquía no se limita exclusivamente a la administración del patrimonio real local mediante la bailía sino que además presenta una amplia trayectoria de servicios militares y políticos.

Tras esta primera expedición promociona al oficio de banderer o estandarder, y continúa prestando sus servicios como militar durante toda la conquista del reino napolitano.

[6]​ El duque de Milán, Felipe María Visconti, no habiendo engendrado hijos varones a los que transmitir sus posesiones, decide ceder al rey de Aragón todos sus dominios y su título ducal en testamento.

Para transmitir su disposición y llevar a cabo las negociaciones pertinentes, el envejecido duque pidió al monarca aragonés que le enviase una persona de su mayor confianza para tratar asuntos privados y trascendentales.

Cuando Alfonso el Magnánimo muere en 1458 y el Reino de Nápoles queda segregado de la Corona de Aragón, Luis Despuig retorna a la península ibérica y sigue prestando servicios al solio que ahora ocupa Juan II, hermano del fallecido rey.

Sus años en Italia le harán postularse inicialmente como especialista y asesor de Juan en los asuntos de aquellas tierras, pero desde pronto sus grandes dotes como diplomático y su gran jerarquía dentro del ejército aragonés le reafirmarán en la posición que antaño el rey Alfonso le otorgara por méritos propios.

La edad ya no acompañaba a su espíritu combativo, pero su experiencia y sus aptitudes para la política todavía le permitían proseguir con la línea de servicios a la monarquía que venía manteniendo desde hacía más de 40 años.

Nada más llegar al trono, el nuevo monarca no duda en ratificar los privilegios que sus predecesores había concedido a la persona del maestre, y le permite, según su voluntad, darle espacio para dedicarse a sus responsabilidades dentro de la Orden de Montesa, cosa que había postergado sobremanera por el cumplimiento de sus obligaciones cortesanas.

No obstante, en 1482 se produce una última demanda de sus servicios por parte del rey Fernando.

La guerra con Granada estaba cerca y debía partir hacia el sur a la cabeza del ejército, pero no convenía marchar dejando atrás los problemas sin resolver.

Es por ello que recurre a las manos del maestre de Montesa para recoger las riendas del maltrecho carro valenciano, a fin de que su experiencia y su mano izquierda consiguieran apaciguar la situación.

Sin embargo, los planes del rey Fernando II se fueron al traste tres meses después.