También descubrió que estas inusuales llamas podrían convertirse en llamas convencionales, y que con ciertas composiciones y temperaturas, no requerían fuentes de ignición externa, como chispas o superficies calientes para comenzar a arder.
[2] Harry Julius Emeléus fue el primero en registrar las emisiones de su espectro, y en 1929 acuñó el término "llama fría".
[5] Las llamas frías pueden darse en hidrocarburos, alcoholes, aceites, ácidos, ceras[6] e incluso metano.
Con una mayor presión, el tiempo de inducción decrece y se incrementa la intensidad del brillo.
La salida de potencia disminuye y a menos que se desacelere rápidamente, el motor puede sufrir daños en pocos minutos.
Como la temperatura y la presión de la combustión están perfectamente determinadas en el motor, la composición del combustible debe ser controlada con aditivos específicos.