La sibila de Cumas se presentó en cierta ocasión ante el rey romano Lucio Tarquinio el Soberbio como una mujer muy anciana y le ofreció nueve libros proféticos a un precio extremadamente alto.
Tarquinio se negó pensando en conseguirlos más baratos y entonces la sibila destruyó tres de los libros.
Estaban escritos en griego, en hojas de palmera, que posteriormente pasaron a papiro.
Los romanos del siglo II a. C. en tiempos de la República, apreciaban mucho estos libros y los guardaban en un colegio formado por diez sacerdotes menores llamados decem viri sacris faciundis.
En el año 83 a. C. el fuego destruyó los libros sibilinos originales y hubo que formar una nueva colección, para lo que el Senado envió a Troya, Samos, Eritras y otras partes a recoger los libros sibilinos que pudieran encontrarse y Augusto mandó encerrarlos en dos arcas.