Dichos factores determinan las dinámicas de inclusión o exclusión de un presidiario por sus pares, desde que ingresa hasta que cumple su condena, rigiéndose por sus propios principios éticos y morales.
Como por ejemplo, personas condenadas por violación y abuso sexual, son agredidas sexualmente al interior de las cárceles, especialmente hombres que han cometido incesto o actos de pedofilia son abusados por uno o más internos mediante sexo anal, argumentando que «se lo merecen» o que simplemente es parte de un procedimiento que el condenado debe pasar, como si fuera parte del protocolo en un ritual de iniciación dentro del mundo penal.
[4] Existen fuertes debates y se han creado dilemas en relación con cómo distribuir a la población penal al interior de la cárcel, tanto en la convivencia diaria como también en la asignación de celdas para dormitorios.
Se ha visto que los sentenciados vinculados al narcotráfico presentan mayores redes de contactos al interior de las prisiones y logran posicionarse con mayor facilidad y permanecer en las altas esferas jerárquicas.
[11] Situación opuesta ocurre en las cárceles femeninas, donde en general, el lesbianismo tiene una mayor tolerancia social dentro de los recintos penales.