Luego tras la caída del Imperio romano, mientras lenguas propias se desarrollaban en diferentes partes de lo que había sido el Imperio, los escolásticos y la Iglesia siguieron usando el latín para los estudios; de hecho, la única versión autorizada por el Concilio de Trento de la Biblia (la Vulgata) estaba en latín.
El latín era asimismo usado como la lengua franca de la ciencia hasta mediados o finales del siglo XVIII, cuando fue sustituido por el francés, y luego en algunas áreas por el alemán o el inglés, que es ahora la lengua que predomina en la comunicación científica.
El uso del latín subsiste en algunas áreas, especialmente en la taxonomía vegetal, donde no solo los nombres sino también las descripciones oficiales de las especies u otros taxones se siguen publicando obligatoriamente en latín.
No ocurre lo mismo en zoología, donde las descripciones nuevas se publican ya en lengua vernácula, aunque los nombres se siguen formando según las reglas del latín.
La palabra proviene del latín vernaculus, que significa ‘nacido en la casa de uno’, proveniente de vern, un esclavo nacido en la casa del amo.