En los siglos XVI y XVII, los pajes, porteros, verdugos y acompañantes del sultán que fuesen sordos eran particularmente apreciados por su habilidad para comunicarse en silencio, por su incapacidad para escuchar información durante las negociaciones secretas, y por la dificultad que los extraños encontraban para comunicarse con ellos o sobornarlos.
En la corte se valoraba mucho el silencio, y varios sultanes preferían que se utilizase la lengua de señas en su presencia.
Podían bromear con ellos de tal manera que fuese inadecuadamente familiar en turco.
En el mejor momento es probable que hubiese más de cien cortesanos sordos.
No está claro si le dio lugar a la lengua de señas turca, puesto que no se han registrado señas.