Se llama lecho nupcial a la cama en la que yacen los novios tras haberse celebrado la boda.
Era este una especie de ministro que en las bodas presidía la función y arreglaba el festín.
Entre los romanos, esta cama era armada y aderezada por la nueva esposa en una habitación situada a la entrada de la casa, que se hallaba adornada con los retratos de los ascendientes del esposo.
Se miraba con el mayor respeto el lecho nupcial y se guardaba durante la vida de la mujer que la había armado, y si el marido pasaba a segundas nupcias, no podía servirse de aquella cama sino que le era preciso hacer armar otra por la nueva esposa.
El lecho nupcial era consagrado al genio, a causa de su relación con la engendración y la propia cama era llamada lectus genialis.