El semanario vio la luz a finales del siglo XIX, cuando el proyecto nacionalista mexicano tuvo como eje articulador las palabras orden y progreso.
De esta manera, el concepto mujer fue revalorado para favorecer los propósitos gubernamentales y, más concretamente, la ideología del Estado nacionalista.
Se impartían diversos talleres y clases, tales como Gramática, Geografía, Geometría, Dibujo, Matemáticas, Filigrana, Fotografía entre otros.
[2] Los textos tienen una escritura clara y comprensible; muchos de ellos eran por entregas, por lo que es recurrente la advertencia “continuará” en los distintos números.
[2] Las autoras que firman los textos del semanario son Concepción García Ontiveros, redactora en jefe, Josefa Castillo, Guadalupe Ramírez, Natalia Gastanaga, Mercedes Ordóñez, Paulina Osácar, Esaura L. Jorman, Febronia Bermúdez, Carolina O'Horan, Berta Poulet, Carolina Poulet, Guadalupe Aguilera, Concepción Aguilera y Matiana o Mateana Murguía.
Otros textos aparecen firmados con los seudónimos de origen náhuatl Ilancueitl, Coatlicue, Ayahuacíhuatl, Malintzin, Miahuaxóchitl, Papantzin, Xiuhtzaltzin y Xóchitl.