La reina del aire y la oscuridad (Anderson)

El sonoro título, hay que hacerlo notar, no fue idea original de Anderson.

Entre los colonos del planeta Roland existe un folclore supersticioso que habla de antiguos moradores del planeta semejantes a duendes y hadas, y una poderosa reina que gobierna a este pueblo etéreo que habita la cálida zona polar norte, siempre en penumbra.

Son dos aproximaciones acertadas, sin duda; pero el entusiasmo mostrado en algunas de estas críticas hoy en día parece desmedido.

Las consecuencias de estas características son que la región polar de Roland, debido a la inclinación del eje, permanece en la oscuridad durante la mitad del año, pero a una agradable temperatura.

Anderson, además, debe procurarse otros artificios para completar su imitación del país de las hadas.

En un planeta como Roland, argumenta Anderson a través del protagonista, con una región habitable en permanente penumbra, un sistema receptor de estas características pudo haber desplazado a la visión como principal canal de información.

Sin duda, Anderson propone unas premisas bien asentadas, coherentes con el conocimiento científico de su época.

Esto resulta especialmente claro en el final de la novela, inverosímil en muchos aspectos.

La narración es clara e incluso utiliza algunos recursos poéticos con notable acierto, especialmente en las descripciones.

No es descartable que sus ideas, sugeridas pero no desarrolladas, influyeran o fueran influidas por obras de la nueva ola, como Al oeste del Edén (Harry Harrison, 1984) o incluso a las novelas del Ecumen de Ursula K. Le Guin.