La guerra de las salamandras

[4]​ Sin embargo, la presión de la Alemania nazi les impedía premiar a un antifascista declarado.

En 1938, año en que fallece Čapek, los nazis estaban a punto de invadir Checoslovaquia, por lo cual se tuvieron que ocultar sus obras durante el periodo de guerra por su contenido polémico, logrando reimprimirlos en cortos periodos durante la posguerra.

Los que juegan papeles más importantes son checos todos: el capitán J. van Toch, que descubre las salamandras en unas islas del Pacífico, el señor G. H. Bondy, un empresario exitoso, miembro de muchos comités consultivos, y el señor Povondra, portero del señor Bondy y coleccionista asiduo de recortes de periódico sobre salamandras.

Después las cuestiones políticas empiezan a hacerse presentes, se habla del comienzo de una utopía en la que proyectos grandes son posibles gracias a los millones de salamandras que trabajan horas incansables y casi sin nada a cambio; se hacen presas, se levantan islas en el mar, se amplían países y la economía está en constante expansión, todo gracias a las salamandras, las cuales ya para entonces han demostrado inteligencia, cierta elocuencia y sumisión, aspectos analizados detenidamente por la ciencia (libro segundo).

Además, gran parte de los problemas que Čapek señala en su novela siguen estando presentes en la actualidad o, al menos, sus consecuencias, lo cual la hace aún más relevante en su crítica.

Este libro comienza con el capitán van Toch en las islas del Pacífico, molesto porque se le había encargado encontrar nuevos bancos de perlas.

Así, el capitán llega a la puerta del señor G. H. Bondy, un exitoso empresario, quien escucha con atención su historia y al final decide colaborar con este capitán checo, aunque Checoslovaquia no tiene mar, y funda la Compañía Exportadora del Pacífico, cuyo nombre es intencionalmente discreto.

Con los miles y, poco después, millones de salamandras trabajando para empresas y países empieza a hablarse del "comienzo de la utopía", un periodo en que "la historia se fabricaba a gran escala"; se hacen posibles proyectos enormes que sin las salamandras eran impensables.

Sin embargo, esto provoca nuevas discusiones entre los humanos, empiezan experimentos en las salamandras, se examinan sus cerebros, sus reacciones, se las expone a las condiciones más extremas con tal de medir su resistencia, pero siempre guardando la máxima objetividad posible, como la ciencia demanda.

Si la tuvieran, tendríamos que ofrecerles igualdad económica con el ser humano, y eso sería absurdo", "Está bien que haya salamandras, siempre y cuando no sean marxistas" o "No tienen sex-appeal.

Al punto que, hasta el Partido Comunista les dirigió discursos para intentar incorporar a "todas las salamandras oprimidas y revolucionarias del mundo", pero a las salamandras eso no les importaba mucho.

Además, surgieron nuevas discusiones científicas sobre las salamandras, después que un científico alemán, Hans Thüring, descubriera que "las salamandras del Báltico mostraban algunos rasgos distintivos como una piel algo más clara, un modo de caminar más erguido y un cráneo alargado y estrecho".

"La prensa alemana tomó este asunto como algo personal y, con gran entusiasmo, remarcaba que a causa del entorno alemán, esta salamandra había evolucionado hasta convertirse en una variedad superior y diferente, sin duda muy por encima de cualquier otro tipo de salamandra".

Sin embargo, estaban dispuestas a negociar y a pagar oro por las costas que se demolerían, pero ningún político aceptó esta negociación por considerarlas criaturas inferiores, hasta que las salamandras contrataron abogados humanos.