Después de vivir años en el exterior, regresó al país para rodar en aquella casa una película que transita entre el documental y la ficción.
La casa, que es en sí un personaje, ha sido prácticamente abandonada por su familia y está a punto de desplomarse.
Los “verdaderos propietarios” deciden demolerla y “los usurpadores” deben buscar un lugar a donde ir.
Glenn Kenny de RogerEbert.com escribió que La Soledad era “poética y fundamentalmente devastadora”[5].
Así mismo, Leslie Felperin de The Guardian expresó: “Este prometedor primer largometraje se abre gradualmente, como una flor nocturna fragante pero potencialmente venenosa”[6].