Estaban diseñados para colisionar con la superficie a unos 330 metros por segundo, y deberían penetrar hasta una profundidad adecuada el regolito lunar.
Los penetradores contendrían sismómetros y medidores de temperatura, operando durante un año transmitiendo datos hacia la sonda que seguiría en órbita.
La misión de los penetradores sería observar los movimientos sísmicos lunares y determinar si la luna posee un núcleo metálico.
Una vez desplegados los penetradores, la sonda LUNAR-A maniobraría hasta una altitud de 200 km sobre la superficie.
La sonda llevaría además una cámara monocromática con una resolución de 30 m.