En 1964, en pleno Concilio Vaticano II, propugnó fuertemente una espiritualidad y sexualidad matrimonial que tuviera por objetivo no solo la procreación, sino también la mutua ayuda de los cónyuges.
Mantuvo posiciones críticas a la Curia romana, sin convertirse por ello en heterodoxo.
Participó en los dos cónclaves de 1978, y se difundió su agradecimiento a Juan Pablo I por haber aceptado su elección.
El ecumenismo, la Virgen María y la renovación carismática católica, fueron probablemente los tres temas que más marcaron su obra.
En 1979, presentó la dimisión a sus cargos por su edad al papa Juan Pablo II.