Sin embargo, el componente impredecible que es el azar puede arrebatar la victoria hasta al jugador más experimentado y diestro.
Las raíces etimológicas del término provienen de la palabra árabe "al-azar", que significa "dado".
Los jugadores juegan con cartones con números aleatorios escritos en ellos, dentro del rango de bolas correspondiente.
Un locutor o cantor va sacando bolas del bombo, cantando los números en voz alta.
Cuando un jugador completa el cartón, grita «¡bingo!»; si es el primero que lo hace gana el premio mayor.
Comúnmente se dice que al haber solo dos posibles elecciones, la probabilidad de acierto es del 50%.
Aunque con más rigor, según un estudio llevado a cabo por el matemático Persi Diaconis, la verdadera probabilidad es de 51% frente a 49%, siendo la cara que se encuentra boca arriba la que posee una probabilidad mayor de salir.
Los posibles resultados numéricos están marcados en cada una de las caras del poliedro y se eligen tomando, normalmente, el resultado marcado en la cara que queda vista hacia arriba.
En China y la India se jugaban los dedos de la mano a los dados.
El objetivo del juego es conseguir una apuesta más alta que la de la banca, acercándose al número 21 pero sin superarlo.