Por eso, don Juan de Castilla y Aguayo solía firmar documentos omitiendo el apellido de Castilla y evitando la conexión con ese escandaloso hecho familiar.
Abre con la autorización firmada por Antonio de Eraso, secretario del Rey Felipe II.
El libro trata de cómo deben comportarse los regidores, según María Isabel García Cano, el conjunto del libro “es un canto a la educación, al estudio y al comportamiento ético en todos los ámbitos” (7).
Y, aunque más me detenga en sus loores, sólo sabré deciros que me ensayo ahora, y que otra vez os diré cosas
(380)En esta descripción Cervantes elogió a don Juan de Castilla y Aguayo con un lenguaje florido que no nos dice mucho más que le tenía en alta estima.