Una de ellas estaba en China; la otra y Santiago asistieron en Roma a las fiestas triunfales del bienaventurado Juan Gabriel.
Fue bautizado al día siguiente del que nació.Desde temprana edad se manifestó su vocación y su destino.
Frecuentaba las iglesias del lugar y, al parecer, uno de los sermones que escuchó le impresionó de tal manera que anheló desde aquel instante ser misionero y sufrir el martirio.
En el transcurso del noviciado manifestó una conducta ejemplar; dedicaba todo el tiempo libre al estudio de los textos sagrados, la penitencia y la oración.
Durante cuatro meses se aplicó al estudio del idioma chino, en el que alcanzó sorprendentes progresos con rapidez.
Deshecho de cansancio, Perboyre se detuvo en una choza, ocupada por un chino convertido que lo recibió con amabilidad.
Mientras nuestro santo dormía, aquel lo delató a un mandarín, recibiendo en pago treinta monedas de plata.
Fue llevado interminablemente de tribunal en tribunal, siendo azotado, escarnecido y torturado, puesto en prisión junto a malhechores comunes; con hierros candentes grabaron en su rostro caracteres chinos, pero fracasaron al querer que pisoteara un crucifijo.