Josep Maria Beà

Firmó también con variaciones de su nombre, como José Beá, José Mª Beá, y con seudónimos como Norton o Sánchez Zamora,[2]​ mediante los cuales abordó el cómic erótico o de serie negra.Participó junto a Carlos Giménez, Enric Sió, Esteban Maroto y Jordi Bernet en la renovación del cómic español.Durante varios meses se le encargó copiar y copiar dibujos de autores como Dan Barry, Stan Drake, Harold Foster, Alex Raymond o Frank Robbins para madurar su estilo,[10]​ hasta que empezó a foguearse en trabajos dirigidos al poco exigente mercado francés de aquel entonces,[7]​ y al diario Solidaridad Nacional (1958-59), como una Vida de Carlos Gardel.Afortunadamente, la revista de ciencia ficción Nueva Dimensión, primero, y Drácula, luego, le ofrecieron total libertad creativa, además de permitirle entablar contacto con otros autores como Enric Sió y Esteban Maroto.Coincidió en ella con algunos de sus ídolos, como Alex Toth[10]​ e introdujo referencias pictóricas en su obra.Un año después, recibió incluso el premio Warren al mejor guion del año por The Accursed Flowers, que se basaba en una leyenda tradicional del municipio tarraconense de Altafulla,[16]​[17]​ por todo ello obtuvo el reconocimiento internacional.«El editor norteamericano James Warren primero me frustró y luego me premió» afirmaba en 1979 el autor catalán,[5]​ siendo esta etapa la que mayores satisfacciones habría de proporcionarle a nivel profesional.En 1982 fundó con Luis García, Alfonso Font, Carlos Giménez y Adolfo Usero, la revista Rambla, de la que fue codirector, constituyendo en 1983 la empresa García/Beà Editores.En Rambla serializó La esfera cúbica y, ya en 1983, la fantástica La Muralla y la autobiográfica Siete vidas, además de otras obras bajo heterónimos como Las Percas, Sánchez Zamora (El estado de Joey, 1984), Pere Calsina, Sito o J. M. (Gustoso Accedo Jr.)A finales de los años 1980, Beà se trasladó a un apartamento en Castelldefels, siempre con su mujer y sus gatos,[1]​ realizando ya sólo algunas historietas breves para Zona 84 en 1987, Makoki en 1989, y desde ese año hasta 1992, otras puramente alimenticias,[21]​ para varias revistas de Editorial Iru (El Cuervo, La judía verde, El Pachá), usando en las dos últimas ocasiones los seudónimos ya conocidos de Sánchez Zamora y Valls,[22]​ respectivamente.Las razones de su definitivo abandono del cómic no están del todo claras, ya que el mismo autor ha mencionado varias, desde la imposibilidad de poderse ganarse bien la vida con él, dada la crisis del mercado,[7]​ hasta la carencia de motivación para afrontar un trabajo tan duro, ya sea por haber tocado el techo de sus posibilidades, lo que conduciría a una inevitable decadencia, ya sea por haber desarrollado interés hacia otras disciplinas[15]​[10]​[23]​ como «la literatura, el diseño digital, la música, la escultura con acetileno».[3]​ Interesado en la psicología, ponía en práctica desde la hipnosis[14]​ al entrenamiento autógeno desarrollado por el neurólogo berlinés Johannes Heinrich Schultz,[15]​[20]​ para lograr una mayor riqueza de imágenes.