Pronto se trasladó a Madrid, donde apareció su libro de poemas Los primeros acordes (1874) y entró a trabajar como redactor en El Liceo y luego en El Clamor de la Patria.
Cofundó la Revista de Aragón (1878) y fundó Revista Nueva (1899); publicó su primera obra narrativa en 1884, la colección de novelas cortas La casa y la calle.
Según Juan Ignacio Ferreras, como narrador pertenece más al realismo crítico de buena ley que al naturalismo, que es la corriente con la que se lo suele vincular, ya que en su obra no hay ningún determinismo; critica, eso sí, "las costumbres de la clase media, al nuevo rico, los delirios de grandeza, el lujo, las malas costumbres políticas, el caciquismo incluso",[1] etcétera.
Algunas de sus narraciones se ubican en espacios aragoneses imaginarios («Tomizares», «Cayudes», «Cañices»).
Otras novelas suyas son La ilustre figurante (1886), El santo patrono (1888) y su mejor novela, continuación de la anterior, Marrodán Primero (1897), crónica realista de un hombre que logra no muy justamente un alto puesto en la sociedad.