Si ya de por sí parece ser una persona cuya sola visión impone a cualquier adversario, Jidanbō luce unos poderosos músculos que realzan más si cabe la impresión de fuerza y poderío que emana de él.
Quizás el rasgo más distintivo de su rostro son sus largas patillas, que se prolongan hasta la mandíbula y caen hasta el pecho, recogidas en unas pequeñas coletas.
Aunque en un principio se nos presenta a Jidanbō como un temible guerrero que ha convertido el acceso occidental al Seireitei en un paso ciertamente inexpugnable, éste demuestra no ser sólo eso.
Desafortunadamente, Jidanbō carece de cierta estabilidad emocional, mostrando una inesperada fragilidad al ver rotas sus queridas hachas y comenzar a llorar y derramar enormes lagrimones a causa de ellas.
Pese a que le vaya la vida en ello, Jidanbō demuestra ser un Shinigami de palabra y valora enormemente la amistad, aunque ésta sea muy reciente.