Entre sus clientes bancarios estaban la alta nobleza, las casas reales europeas y la Iglesia católica.
Los Fúcares, la segunda generación que vivía en Augsburgo, eran prósperos comerciantes con prestigio en la ciudad.
Los hermanos mayores, Ulrich, Georg, Andreas, Johann (Hans) y Peter aprendieron desde muy jóvenes el arte del comercio junto a su padre.
Procedente de la educación religiosa, Jacob, hasta ese momento, había recibido una instrucción sobre los negocios muy mediocre.
Desde esta estancia en Italia firmó sus cartas comerciales con el nombre de «Jacobo».
Sus primeras actividades en los negocios se desarrollaron en el mercado de los metales nobles, que en su opinión tenía un gran futuro.
Jacobo Fúcar expendió boletos de deuda—una práctica habitual—pero pidió participaciones en la minería con las que pudo introducirse en los negocios mineros del valle de Gastein y Schadming que le vendían la plata a los Fúcares, eliminando así los intermediarios.
Fúcar pagaría el dinero, no al propio príncipe, sino directamente a los acreedores.
De esta manera obtuvo las conexiones necesarias que le permitieron conseguir poco después el monopolio sobre la plata del Tirol para la familia Fúcar.
La arriesgada, pero también extremadamente lucrativa, asociación de los Fúcares con Maximiliano I es sin duda atribuible a Jacobo.
Con su apoyo la casa de los Habsburgo fue la dinastía dominante en el futuro del Sacro Imperio.
Jacobo Fúcar se encontró con el joven Kaiser por primera vez en 1489 en la Feria de Fráncfort.
[3] En los pocos años siguientes Jacobo Fúcar se volvió un prestamista indispensable para el emperador.
Por esa época se cambió su nombre a Ulrich Fugger und Gebrüder von Augsburg (Ulrich Fugger y hermanos de Augsburgo) y se dio igual estatus a los tres hermanos en todas las cuestiones de la empresa.
En los años siguientes sería particularmente la minería lo que le proporcionó mayores beneficios.
Tras las nupcias la familia recibió un largamente esperado lugar en el consejo de Augsburgo, que hasta entonces se les había denegado, pues los Fúcares sólo llevaban tres generaciones en la ciudad.
Aunque los hermanos Fúcar obtenían una cantidad de dinero formidable, ésta no era suficiente para satisfacer las necesidades del Emperador.
Sus intereses eran de 100.000 florines en 1479, y a su muerte en Roma habían crecido hasta los 300.000.
En esta situación se puso de manifiesto la importancia del apoyo político que el Emperador proporcionaba a su prestamista.
Cuando Maximiliano I apoyó al papa Julio II en su conflicto con Venecia, fue nombrado heredero del Cardenal Melchor—aunque su herencia se redujo súbitamente a 100.000 florines—, y su herencia pudo ser reclamada y obtenida por los Fúcares.
Ente sus tierras se contaban Weißenhorn, Buch y Marstetten, así como desde 1514 Biberbach.
Tras la muerte del papa Alejandro VI en agosto de 1503, Jacobo Fúcar intensificó su contacto con la Iglesia católica.
Aunque desde el punto de vista económico los beneficios para Fúcar eran insignificantes, pues en los años siguientes contribuyeron a desencadenar la Reforma Protestante.
Más del 90 % de la población no tenía apenas dinero, vivía entre calamidades y estaban explotados por los señores.