La pequeña "Sabeth", como la llamaban cariñosamente, tenía un temperamento muy vivaz.
Años después, comentó que aquello le impactó, y marcó su camino espiritual.
Ella decía: "Encuentro al Señor en todas partes, tanto lavando la loza como cuando estoy rezando".
También adoptó el nombre de Isabel de la Trinidad, subrayando así su pertenencia y su conexión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
No temas, confía, pues nada se antepone al amor de Dios para contigo, ni tus propios pecados".