Cuando contaba tres años vio por televisión una función de la Bella Durmiente y quedó encantada con el ballet clásico.
Así, desde ese mismo instante sus juegos infantiles giraban en torno a la danza; sus disfraces, movimientos y representaciones tenían siempre que ver con ser bailarina.
Su menuda figura, férrea disciplina y gran talento hicieron que varias academias pusieran sus ojos en ella, participando y protagonizando obras montadas por el Ballet Metropolitano de Medellín, como El Cascanueces y Alicia en el país de las maravillas.
Además de la danza clásica, su inteligencia, facilidad de aprendizaje y adaptación la hicieron parte del elenco juvenil del Ballet Folclórico de Antioquia y de otros grupos con montajes de tango, danza moderna y contemporánea y obras infantiles como Pedro y el lobo.
Al tiempo que realizaba sus labores como bailarina y profesora de ballet clásico, adelantaba estudios de arquitectura en la Universidad Pontificia Bolivariana.